Remordimiento en traje de noche
En los últimos años había llegado a ser aquel hombre gris que pasea por la calle de niebla. Sí, Plácido era de esos a los que les gustaba pasear y hacer paseo de todas las regiones de su propia vida. Y siempre lo hacía. Por eso, mientras posaba aquella mañana, ante el ojo de la cámara, se sintió virtuoso, y por una vez, sentado, reflexionó sobre la posibilidad de cambiar el curso de sus pasos, que, últimamente, tantos pesares le habían traído. Era el remordimiento en traje de noche. Pero sonreía. O lo creía. Porque tras el flash se despojó para siempre de sus viejas lentes, terminó de desatar algunos dogmas juveniles de los que hizo traje y bandera, y, altivo, confió en que había comprendido algo de lo que le pasaba. Fue entonces cuando se levantó, y se preguntó si avanzaba. Sin saberlo, ante la duda, moría. Sólo luego, cuando miró y no se reflejó, vio que no lloraba. Y que por él lo hacían. José Luis Bueno.
4 Comments:
No sé, no sé qué pensar. Por mucho que lo miro no veo a este hombre nada triste; más bien inquietantemente feliz. ¿No será que se ha deshecho de otra persona y no de sí mismo?
Recuerda que por un momento se sintió virtuoso y creía que se desprendía de algunos lastres. Pero bueno, es sugerente también la idea de haberse desprendido de otros. Aunque... más bien otros de él. No sé; es que ese coche que se aleja al fondo..., ¿iría dentro también?
¿Y si no había nada que comprender y eso era todo, o casi todo, y así estaba bien? A pesar de eso, podría ser que nuestras incomprensibles vidas, historias todas de crueles destrucciones, trajeran con ellas mismas una compensación a tanto desastre y desesperación: el pensamiento final de que el conjunto entero no era nada, sólo un gesto facial mínimo, una sonrisa.
Arnao no cree que un hombre con esa sonrisa pueda sufrir (últimamente). ¿tú que crees? yo creo que entre tanta mentira...
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