¿Somos reales?
En relación al artículo anterior de Mario (y a la divertida lucidez de Jairo sobre la estandarización de usos y costumbres), y el medio donde hacemos estas afirmaciones, me ha parecido interesante extraer aquí parte del artículo del especialista en medios Vidal-Beneyto de ayer en El País. Comienza diciendo: La tendencia cada vez más general a encerrarnos en la repetición de las mismas prácticas, a que todos hagamos en el ámbito personal y privado las mismas cosas de la misma manera (...) junto a la implacable alteración/destrucción de los espacios públicos de encuentro y conversación están haciendo de nuestras vidas recintos átonos y tediosos, de una previsible uniformidad desconsoladora. Tras el repaso de algunos hitos históricos sobre la condición pública, la satanización del consumo como culpable de todos los males y un recorrido geográfico de los cafés europeos más importantes como lugares de encuentro, cierra esta primera entrega diciendo: Y está también Internet, que según el experto peruano Eduardo Villanueva Monsilla está llamado a convertirse con sus listas de discusión en el nuevo espacio de intercambio y discusión. La verdad es que el egotista enclaustramiento en las pantallas digitales y en la palabra electrónica así como los cibercafés no avalan esa esperanza. ¿Creéis que realmente hay en este tipo de comunicación un exceso de envanecida autocomplacencia? Lo que sí veo en esas palabras es cierto prejuicio que da por hecho la ecuación Internet igual a adicción, aislamiento y esas cosas. En cuanto al ego y al asunto de los límites de la realidad y lo falso sí me atrae la idea de ubicar este tipo de comunicación y el lugar que ocupamos en ella. Dentro de lo sugerente que se nos puede hacer la idea del café vienés del XIX como lugar de intercambio, ¿se nos hace más “auténtica” esta idea al compararla con la comunicación en un blog?. ¿Puede decirse que hay algo de falso o irreal? ¿Somos los blogueros cada uno de nosotros o nos escondemos en el anonimato y la distancia física que nos separa para adoptar una posición ficticia similar a la de un narrador de novelas? A la vez, la libertad sin compromisos de que dispongo para participar en los turnos puede hacer como si ese acto comunicativo se diera en un espacio con algo de irrealidad. Por ejemplo, cuando el señor Portorosa (con -r- vibrante simple) pasea por nuestros artículos y calla, aunque no otorga, y cuando yo, o el bloguero que no soy yo, tengo que cambiar la pronunciación de su nombre porque vengo a hurtadillas de allí donde lo explica, ¿dónde se está produciendo ese silencio que también es una manera de decir, callar, afirmar, negar o mentir? Parece, como ya se ha dicho en este blog, que el desplazamiento hacia lo falso puede ser una cuestión de grados. Entre los medios, en esta gradación es líder la deformación televisiva, como se explica en La seducción del caos de Basilio Martín Patino, otra de las películas que trataremos en el primer número de la revista 5guineas. Seguro que todo esto estará ya muy estudiado por los teóricos de la comunicación. No sé, yo no me he documentado. Pero ¿qué pensáis vosotros? En mi caso puede llegar incluso a darme igual, sobre todo si de repente, en medio de la desoladora “cibersoledad”, se nos aparece una princesa, de hojalata, y nos dice que lo hace para quedarse. Aunque no sea real. O sí. José Luis Bueno
4 Comments:
No creo que un café vienés del XIX sea más "auténtico" que nuestro ciberespacio. Pero sí sospecho que éste,a pesar de las apariencias, no es mucho mayor que el Comercial o el Gijón.
Es verdad que lo del "egotista frente a la pantalla" que dice Vidal Beneyto está ya muy visto. Precisamente esa manera de decidir como un novelista nuestras apariciones y silencios es una de las ventajas de ser bloguero.
Yo sí creo que hay una parte de irrealidad en la comunicación a través de internet y, en concreto, en la creación y participación en los blogs. No necesariamente por los contenidos o por nuestra actitud, que con frecuencia es del todo sincera (sin duda en muchas ocasiones más que la que adoptamos en bastantes de nuestras relaciones convencionales), sino por la limitación física que impone el medio; si, además, esa distancia y ese parcial anonimato se aprovechan para, consciente o inconscientemente, crear un personaje parecido a quien nos gustaría ser, por supuesto la ficción es mayor.
La distancia y el anonimato, insisto, pueden hacernos relajar y desinhibirnos, y por tanto sincerarnos como nunca, pero incluso en el mejor de los casos también nos privan de una parte muy importante de la comunicación, la del contacto físico, con todo lo que (sobre todo en el aspecto emocional) eso supone.
Un abrazo a todos.
Estoy de acuerdo con lo que dices. Se nota que eres un bloguero experto y algunos de nosotros unos novatos.
Hemos leído comentarios tuyos en el blog de Danae y nos han parecido interesantes. Ya pasaré con más detenimiento por el tuyo.
Nos gustaría que colaborases en la revista.
Un abrazo.
Gracias, J. L.; en realidad, ya me lo había comentado Francisco. Y, aunque avisando de mi vagancia, he aceptado encantado.
(Por cierto, como puedes ver, si quieres, en mi blog, acabo de cumplir un añito)
Un saludo.
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