sábado, junio 17, 2006

Auto de fe

¿Es justificable el mal en el mundo? Si nos atenemos a la historia del pensamiento humano debemos responder que sí rotundamente, pues el propio hombre se ha encargado de aumentar el mal ajeno en cuanto ha tenido ocasión, justificándolo como parte de un bien mayor en el cual se integra. Es insólito, por no decir espantoso, que a lo largo de los siglos se haya podido aceptar el dolor y el sufrimiento como forma de alcanzar un hipotético bien mayor. Desde los inicios de la filosofía no se ha dudado en justificar la existencia de un mal si era capaz de aportar un bien a cambio. Así, el propio Platón en el tercer libro de La República defiende la muerte de aquellos que supongan una carga para el estado. El bien de la comunidad se antepone al mal del individuo. Existe, sin embargo, una institución que ha representado de forma magistral la utilización de mal como medio de alcanzar un bien superior: Inquisitio Haereticae Pravitatis Sanctum Officium. Durante siglos y siglos, la misma religión que pretendía poner la otra mejilla se encargó de detener, encarcelar, torturar y, finalmente, calcinar a cualquiera que insinuara el menor indicio de diferencia con la iglesia. ¿Acaso estaban locos? ¿Eran unos monstruos los inquisidores? ¿Disfrutaban haciendo el mal a sus semejantes? ¿Podían dormir con la conciencia tranquila tras un auto de fe? Los inquisidores no tenían escrúpulos a la hora de castigar a los pecadores y, además se preguntarían por qué debían tenerlos. ¿Acaso no fue dios el primer inquisidor al expulsar a Adán y Eva del paraíso? ¿No estaban purificando el alma del pecador a costa de su inmundo cuerpo? Hoy nos escandalizamos al recordar aquellas prácticas atroces, pero los autos de fe son tan corrientes en nuestros días como hace siglos. Es muy fácil, y hasta cómodo, buscar razones para justificar el mal en el mundo. La justificación del mal, su insubstancialidad, es inherente a la racionalidad humana. El mal no es, no existe. Aquello que llamamos mal no es otra cosa que pura apariencia. Sócrates defendía que nadie buscaba el mal, que éste le llegaba al hombre por pura ignorancia. Para Platón el mal es devenir, y el devenir, como Parménides enseña, no existe. El racionalismo es optimista porque el mal no es sino relativo, insubstancial, de acuerdo al lema de Pope: todo está bien. En la actualidad también somos espectadores pasivos de algún que otro auto de fe. No importa el mal pequeño si redunda en un bien mayor. Sólo que el nombre de aquella ceremonia religiosa se ha transmutado en el presente en, por ejemplo, daño colateral.

José Antonio Neira

viernes, junio 09, 2006

¿El retorno de las masas?

Leo muy a destiempo los polémicos artículos que Félix de Azúa publicó en EL PAÍS, aquí y aquí, sobre quién marca ahora la calidad en el arte. Él se apunta, eso sí, con la suficiencia del catedrático, a lo que llama las masas. La palabra ha vuelto a ponerse de moda (pienso en Peter Sloterdijk y su casi superventas El desprecio de las masas). No se trata ya de la masa que se manifiesta y que tanto fascinaba a Elias Canetti, sino de la masa oculta detrás del televisor o del ordenador. Me parece muy fácil ese recurso a la palabra “masa”. Habría que seguir el desarrollo de ese concepto desde su eclosión en los veinte-treinta hasta hoy, o comparar a la masa de entonces con la de ahora; quizá eso nos pueda ayudar a comprender cómo el modelo antiguo condiciona la percepción de la supuesta masa actual. La masa que Adorno desprecia por su mal gusto, por ejemplo (y aunque él escribe sobre ella todavía en los años sesenta mantiene el modelo de los treinta-cuarenta), no es la de hoy. Frente a la masa mecánica (la multitud) y la orgánica (la masa) ahora parece que se da una especie de masa virtual cuyo contacto con su entorno está mediado por los múltiples modelos que asimila a través de las pantallas (móvil, ordenador, televisor y, cada vez menos, cine). Esa velocidad de transformación quizá se deba a una forma de vida (descrita, entre otros, por Sennet en La corrosión del carácter) que la obliga a ser extremadamente dúctil. En ese sentido creo que es muy prematura la condena que Azúa hace de Schönberg. Pueden darse metamorfosis sorprendentes, y a través de ciertos estilos musicales (estoy pensando en la fascinación por los ruidos, que tienen hasta su propio programa de radio) puede regresarse al dodecafonismo. Por otra parte, la distinción entre Schönberg y Berg parece un poco traída a mano. No creo que Moisés y Aaron tenga menos público que Wozzeck. En nuestra nueva forma de ser masa una y otra pueden (lo malo es que a veces también deben) compatibilizarse con el gusto por el hip-hop. Mario Gómez

jueves, junio 01, 2006

Wilmer en podcast

Una nueva entrega de la línea podcasting de 5guineas. Ahora podéis escuchar el relato Wilmer de Mario Gómez con la voz de José Luis Bueno. Powered by Castpost