Reflejos de Linz, por Miguel Roa.
En estos días, las fotografías de Miguel Roa han sido incluidas en la pretigiosa página francesa Monsieur Photo. La objetividad de la fotografía le da una potencia de credibilidad ausente de toda obra pictórica. Sean cuales fueren las objeciones de nuestro espíritu crítico nos vemos obligados a creer en la existencia del objeto representado, re-presentado efectivamente, es decir, hecho presente en el tiempo y en el espacio. La fotografía se beneficia con una transfusión de realidad de la cosa a su reproducción. Un dibujo absolutamente fiel podrá quizá darnos más indicaciones acerca del modelo, pero no poseerá jamás, a pesar de nuestro espíritu crítico, el poder irracional de la fotografía que nos obliga a creer en ella. La pintura se convierte así en una técnica inferior en lo que a semejanza se refiere. Tan sólo el objetivo satisface plenamente nuestros deseos inconscientes; en lugar de un calco aproximado nos da el objeto mismo, pero liberado de las contingencias temporales. La imagen puede ser borrosa, estar deformada, descolorida, no tener valor documental; sin embargo, procede siempre por su génesis de la ontología del modelo. (...) La fotografía no crea –como el arte- la eternidad, sino que embalsama el tiempo; se limita a sustraerlo a su propia corrupción.
3 Comments:
El reflejo de la iglesia de Linz cuestiona a Bazin. Esa nueva iglesia que el reflejo ha provocado, una iglesia con dos torres, una de ellas extraña, como no acabada, ¿a qué realidad corresponde?
Excepto en lo referente al embalsamamiento del tiempo, si las teorías de Bazin fuesen correctas tendríamos que aplicarlas también al reflejo de la iglesia de Linz, a cualquier reflejo ("la imagen puede ser borrosa, estar deformada, descolorida, no tener valor documental"). Tanto el primer reflejo en los cristales como el segundo en la fotografía "procederían por su génesis de la ontología del modelo".
Un árbol desnudo, una torre de iglesia, un reflejo con líneas de fuga que dibujan una malla imposible, y el conjunto, la foto, que nos confunde porque de ella extrapolamos la realidad invirtiendo el proceso del conocimiento por culpa de su repetición: pantalla-objeto-reflejo-imagen-pantalla. El mundo así entrevisto nos asombra y de ahí la pregunta que la realidad sola ya no provoca ¿Re-preguntamos?
La imagen nos sorprende y agudiza nuestra mirada, remiramos, pero se diferencia de la realidad en que no implica un compromiso ético del espectador: miramos sin actuar. Miramos y seguimos nuestro camino hacia la derecha, tal vez hacia abajo, según escojamos la barra horizontal o vertical del ordenador. El mundo se transforma en pantallas de una exposición que sólo nos afectan cuando nos despiertan del sopor general convocándonos a un texto que debe explicar lo que vemos.
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