Persona
El ritmo de mis películas lo concibo en el guión, en el escritorio, y nace ante la cámara. La improvisación en cualquiera de sus formas me es ajena. Si alguna vez me veo obligado a tomar una decisión improvisada, el miedo me hace sudar y me paraliza. El hacer cine es para mí una ilusión planeada con todo detalle, el reflejo de una realidad que, cuanto mayor me voy haciendo, me parece cada vez más ilusoria. Cuando el cine no es documento, es sueño. Por eso Tarkovsky es el más grande de todos. Se mueve con una naturalidad absoluta en el espacio de los sueños; él no explica, y además ¿qué iba a explicar? Es un visionario que ha conseguido poner en escena sus visiones en el más pesado, pero también en el más solícito, de todos los medios. Yo me he pasado la vida golpeando a la puerta de ese espacio donde él se mueve como pez en el agua. Sólo alguna vez he conseguido penetrar en él furtivamente. La mayoría de mis esfuerzos más conscientes han terminado en penosos fracasos. Fellini, Kurosawa y Buñuel se mueven en los mismos barrios que Tarkovsky. Antonioni iba por ese camino, pero se mató, ahogado en su propio aburrimiento. Méliès estuvo siempre allí sin pararse a reflexionar en ello. Es que él era mago de profesión. Ingmar Bergman. Linterna mágica.
3 Comments:
Muy interesante esa cita. ¿Sólo el inconsciente sabe de arte? ¿Sólo el que tiene un acceso más fácil a él es un gran artista? Quizá. I.
Los miedos de Bergman, su autoestima y su radicalidad (en cine "cuando el cine no es documento, es sueño") le llevan a un meticuloso trabajo hacia una intención tan estudiada que parece normal que inconscientemente obtuviera resultados imprevisibles que le sorprendieran a él mismo. Nos dice en Linterna Mágica de su época en el Teatro Municipal de Helsingborg cuando direge "Amor" de Kaj Munk: "Yo pienso que este viejo dictador apolillado ya ha logrado eliminar todo el placer y la espontaneidad de esta escena. La ha petrificado. Lo mejor sería marcharse de este cementerio. Por alguna razón permanezco en mi sitio, tal vez por esa curiosidad malsana que nos impulsa a contemplar con júbilo un fracaso. Se marcan pausas o se eliminan, se sopesan movimientos con tonos o tonos con movimientos, se fijan las respiraciones. Bostezo como un gato malvado. Después de interminables horas de repeticiones, interrupciones, correcciones, ajustes y demás monsergas, Hammarén considera que ha llegado la hora de representar la escena de principio a fin.
Y el milagro se produce.
Comienza una conversación ligera, desenvuelta y divertida con todos los gestos sociales que implica una chocolatada, miradas, sobreentendidos y conductas conscientemente inconscientes"
El documental de cómo se filmó Fanny y Alexander muestra lo extremadamente meticuloso que es Bergman. Al verlo explicar con todo detalle cómo debe sostenerse una bandeja o una taza de café uno tiene la sensación de que un director de cine es un niño maniático y caprichoso que dicta las reglas del juego. Todo es artificial y falso mientras se filma. Luego, al ver la película, todo aparece ajustado y natural.
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