Pierre Menard
Dice Borges que la existencia de dos obras exactamente iguales refutaría al tiempo. Leibniz afirma que sólo la existencia de Dios garantiza la imposibilidad de que haya dos cosas iguales. Duns Scoto habla de la hecceitas, que hace a cada cosa única; si no fuera por ella ¿qué explicación podría darse a ese dispendio, tan impropio de un ser perfecto, de hacer dos cosas exactamente iguales? La existencia exclusiva de lo único ha impregnado la cultura occidental -ahí está ese principio de principios que es el de individualidad-, no así la oriental, en la que el concepto de originalidad y unicidad es distinto. Incluso lo más cifrado (la música, por ejemplo) busca la individualidad de la interpretación en vivo. ¿Qué diferencia hay entre las distintas audiciones de una misma composición grabada? Hay algo que se transforma en cada una de ellas: nuestro tiempo. El tiempo es lo que hace diferente a lo mismo. Para que algo fuera exactamente idéntico a otra cosa tendría que haber sido creado justo en el mismo espacio y justo en el mismo tiempo. Ni los mundos paralelos harían posible ese milagro; ni siquiera el eterno retorno. Sólo la existencia de un mundo paralelo compuesto por el mismo tiempo y el mismo espacio -es decir, un mundo compuesto por instantes de eternidad- posibilitaría el que dos cosas fueran de verdad iguales, siendo dos cosas. Pierre Menard no copia los capítulos noveno y trigésimo octavo de la primera parte del Quijote sino que los escribe. El Quijote de Cervantes no es el mismo que el de Menard, aunque ambos coincidan palabra por palabra. La recepción es distinta no sólo porque sean lectores distintos quienes lo leen sino porque un Quijote escrito en el XX por un autor francés se lee de forma diferente. Todo lo que ha ocurrido entre el XVII y el XX llena de nuevas significaciones al Quijote de Menard. Hay en él un diálogo evidente con algunas teorías filosóficas contemporáneas y quien sabe leerlo verá la crítica mordaz que Menard hace a los hispanófilos que, como Barrés, son más sensibles al tópico. Este Quijote es, en definitiva, mucho más sutil y denso que el de Cervantes. ¿Es una falsificación? ¿Es una reproducción? Es una obra original; o mejor, pertenece a una categoría distinta a la conformada por originales y copias: es un vrai-faux. Quien lo lee lo hace original. No es diferente por su contenido sino por las fuerzas de sus interpretaciones, por todo lo que acarrea. Es el tiempo el que lo hace diferente. Mario Gómez
17 Comments:
Como hemos ido anunciando, tenemos la intención de sacar una revista a mediados de abril. Este primer número quiere centrarse en el tema de la falsificación y la mentira, enfocado desde distintos puntos de vista (cine, literatura, arte y filosofía). Constará además de otras secciones: fotorrelatos, microrrelatos, entrevistas... Este blog, paralelo a la revista, nos sirve de punto de encuentro para compartir ideas y discutirlas, de ahí nuestra insistencia en tratar temas tan sesudos (espero que nos perdonéis) como los de este último artículo. En realidad sólo deseamos aclararnos un poco las ideas; o confundirnos aún más.
La revista está abierta a vuestra colaboración. Si os animáis a escribir algo sobre estos asuntos,mandadnos vuestros artículos a: 5guineas@gmail.com
Un saludo a todo el que pase por aquí.
De hecho los Elmyr llegaron a ser motivo de alarde entre los coleccionistas.
Estoy de acuerdo en lo que sugiere Mario sobre una nueva categoría. Deleuze ya situó a originales y copias en el mismo plano, en el devenir, aunque en distintos puntos de éste. Lo más curioso es que después del tiempo que ha pasado desde sus teorías y las de la receptividad nada de esto haya influido en el concepto de propiedad intelectual. Al contrario, se han reforzado más. Y es que gran parte del problema está en el mercado, y esto nada tiene que ver con el arte.
No me refiero a esos extremos. Lo decía pensando en que Elmyr acabó suicidándose por problemas legales y me parece excesivo. Sobre eso de ser estafado ya te digo, los Elmyr fueron cotizados. No estoy de acuerdo en eso que dices sobre conocer el nombre del autor de una obra y su recepción.
Ah, otra cosa. Elige a otro para tranquilizarte y dirigirle tus aspavientos, por favor, que Deleuze ya le puso nombre a las cosas hace tiempo. Y no hablo más de él que va a parecer, como parece en tu comentario, que soy yo quien habla de la potencia creadora y ese fue Nietzsche.
Claro, si el goce de una obra de arte se fundamenta en que su autor sea quien se asegura que es, adiós a la celebrada autonomía del arte. El arte pasa a depender ahora del experto, que es quien declara que esto es un Vermeer y esto otro una falsificación de Van Meegeren (o al contrario, como ha ocurrido hace muy poco). Yo no tengo nada claro, evidentemente, pero que el goce estético dependa de un hilo tan fino como ése me da qué pensar.
Creo que aquellas tan denostadas teorías de los sesenta y setenta (fin del autor, fin del hombre, fin de todo, vamos) vienen al caso porque a pesar de haber caído en desgracia (y es que es verdad disfrutaron de demasiado gracia) son modelos a los que podemos acudir para entender algunas de las cosas que pasan: la mezcla de realidad y ficción tan de moda ahora, el amor al seudónimo, la autoría colectiva... Pero repito que no tengo nada claro el asunto.
A Jairo: cuando dice "La autoría, y la autoría demostrable, es lo único que te garantiza que estás disfrutando una obra de arte ¿auténtica?", ¿qué es lo que necesitas que te garanticen que estyás ante una obra de arte o ante una obra de arte auténtica, sugieres que la falsificación no es arte?
Estoy de acuerdo sobre los excesos de las teorías de la recepción y antiplatonismo de los sesenta y setenta, pero es la distancia la que puede hacernos ver qué había en todo aquello que pueda sernos útil. Este cacharrito desde el que nos comunicamos está poniendo en duda algunos de los conceptos a los que se referían aquellas teorías. A ver si un día hablamos de Q.
El comentario anterior es mío.
Lo de Q está bien. Autor colectivo que mezcla en sus obras realidad y ficción y que ama tanto los seudónimos que tiene, que yo sepa, dos: Luther Blissett y Wu Ming. A Deleuze se le haría la boca agua.
Tengo problemas con Borges. Lo aborrezco, lo detesto.
Creo que se habla de dos cosas: 1) la obra en sí, 2) la lectura o interpretación que se hace de la obra. Dentro de estas dos cosas veo tres intenciones, como las llama Eco: La intención del texto, la intención del autor y la intención del lector, tres cosas diferentes y a la vez complementarias. Estas tres cosas ya harían que El Quijote de Cervantes no sea el mismo que el de Menard, aunque ambos coincidan palabra por palabra.
Asimismo, considero que la lectura o interpretación no hace diferente a la obra, sino a la interpretación. Hay una sola obra y de ésta puede haber mil lecturas o interpretaciones, segun haya lectores de esa obra. Pero la obra está ahí, con su tiempo y su espacio (dentro de la obra no de su contexto externo o realidad cultural, o sea el tiempo y espacio del relato que cada obra lo tiene diferente, la de C y la de M) y no es igual a ninguna otra empezando por que su autor ya no es el mismo.
Un muy buen texto, Mario, felicidades.
(las teorías no pasan de moda, en mi opinión. Son modelos que siempre ayudan, herramientas excelentes).
Haya paz, señores, haya paz, que hemos venido aquí a estar en desacuerdo pero no a morir en el intento. Yo, por mi parte, no creo para nada en la separación obra de arte/autor, es una falacia recreada por el formalismo y sus hijastros el estructuralismo francés (Dios me perdone) y la semiótica (toma ya).
Nos interesa el creador y su obra y no podemos separarlo como no lo hacemos con el enemigo y sus actos, con el objeto amado y sus gestos.
Por lo demás, reconozco que tengo una fobia especial contra el posestructuralismo francés, pero no voy a morir de esto (para eso están los antihistamínicos).
Jairo, acaloramientos momentáneos aparte, no creo que nadie se haya sentido molesto por tu tono; muy al contrario, envidio de verdad el sentido de humor con el que escribes. A mí, como ves, me salen los texto demasiado solemnes; a ver si voy aprendiendo. Yo no concibo este blog sin tu participación.
Además, qué bien que aún podamos acalorarnos por algo distinto que la política y el futbol.
Francisco, y yo sí estoy totalmente convencida en la autonomía de la obra de arte. Lo que sucede es que soy semiótica, la teoría literaia es para mi una maravilla. Espero que no haya problema al comentar sus textos desde mi ángulo, quizá de algo sirva otra perspectiva que es solo UNA lectura, jamás LA lectura. Pero sino sirve de nada por favor no la tomes en cuenta. Prometo intentar no opinar introduciendo alguna teoría, asi me adapto a lo que les interesa. Disculpa mi comentario anterior que si la metió, crei que ello aportaba algo.
A mi me gustan todas las posiciones porque aprendo, asi que aprenderé de ti (y de todos ustedes) al leerlos.
Saludos.
Magda, gracias por tus reflexiones. Y, por favor, opina como desees e introduce las teorías que conseideres oportunas. Creo que nos encontramos aquí para aprender unos de otros.
Sólo un matiz a algo que dijiste arriba. Cada texto puede ser interpretado de mil formas (y eso puede hacerlo una obra distinta), precisamente por eso es el texto el que otorga unidad a la obra. La cuestión del Quijote de Menard es que el texto no puede servir de criterio de identificación de la obra (¿de qué Quijote hablaríamos?). Es cierto que los contextos de producción y recepción podrían salvar ese obstáculo, pero es que en este caso no son muchos lectores los que se enfrentan a una sola obra sino un mismo lector el que se enfrenta a dos obras idénticas.
Una de las razones por las que me gusta el Quijote de Cervantes es porque me parece fresco y ágil. Al Quijote de Menard, sin embargo, lo encuentro rebuscado y pretencioso. Propio de un autor menor de principios de siglo. Me pasa siempre que lo leo.
Un saludo.
Lo que dices es super interesante, Mario y tienes razón, dices algo en lo que no había pensado. El Quijote de Menard no puede servir de criterio de identificación de la obra porque sí, ¿de qué qué Quijote hablaríamos? En este caso, como señalas, un mismo lector el que se enfrenta a dos obras idénticas. Quizá yo lo resolvería como metaficcional, o sea: el Quijote de Menard dentro del Quijote de Cervantes: la obra dentro de la obra (una ficción dentro de la ficción) y esto daría para dialogar sobre el proceso de creación literaria (que siempre he pensado que esta es la intención de Cervantes, pero suponer no lleva a nada). Quizá, no lo se, se intenta llamar la atención sobre su condición de obra de ficción.
Repito, muy interesante tu texto que ha permitido un diálogo igualmente interesante.
Francisco, yo tampoco creo en la separación entre la obra y su autor (por individual, colectivo, seudónimo o anónimo que sea). Pero el asunto es que en ciertos ámbitos artísticos y literarios hay una voluntad de cuestionamiento de conceptos como el de originalidad, autenticidad o autor. No se trata de movimientos que surgieron en los sesenta al reflujo de los estructuralismo sino de movimientos actuales, de artistas que, posiblemente, nunca han oído hablar de Barthes. A mí me interesan como síntoma. Como dice Magda, las teorías son herramientas; si sirven las usas y si no mejor guardas en la caja que tirarlas, por si las moscas.
Un abrazo
Tengo que explicar que mi sarpullido antisemiótico tiene como origen el simple hartazgo. Durante demasiado tiempo me vi expuesto a una insolación de juliakristevismos de todos los colores. ¿Ustedes han sufrido alguna vez la histeria de un departamento de teoría de la literatura buscándose su propio ombligo? Señores, menos ropajes y más andamiajes.
Y por supuesto que me encantará ser parte de esas lecturas, Magda, que seguro que estarán desprovistas de las anteojeras de tanto aprendiz de brujo.
Su seguro servidor.
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